¿Debemos confiar en las decisiones unánimes?

¿Debemos confiar en las decisiones unánimes?

Imagina una rueda de reconocimiento donde se pide a diez testigos que identifiquen a un ladrón de bancos que vieron huir de la escena del crimen. Si seis de ellos señalan a la misma persona, hay una buena probabilidad de que esta sea culpable si lo hacen las diez, se podría pensar que el caso no deja lugar a dudas pero podrías equivocarte.

Para la mayoría, esto suena bastante extraño. Después de todo, gran parte de la sociedad se basa en la mayoría y el consenso, sea en política, en los negocios, o en el entretenimiento. Así que es normal que pienses que más consenso es mejor. Y hasta cierto punto, normalmente lo es. Pero, a veces, cuanto más cerca se está de llegar a un acuerdo total, menos confiable se vuelve el resultado. Esto se conoce como la paradoja de la unanimidad.

La clave para entender esta aparente paradoja está en considerar el nivel general de incertidumbre involucrado en el tipo de situación con el que estás lidiando. Si en una rueda de reconocimiento se pide a testigos que identifiquen la manzana por ejemplo, no deberíamos sorprendernos por oír un veredicto unánime. Pero en los casos en los que esperamos opiniones diversas también deberíamos esperar una distribución variada.

S

i lanzas una moneda cien veces, es de esperar que salga cara la mitad de las veces. Pero si tus resultados se acercan a un 100 % de caras, sospecharías que algo no va bien, y no con cada tiro sino con la moneda en sí. Claro, identificar sospechosos no es algo tan aleatorio como tirar una moneda, pero tampoco es tan evidente como separar las manzanas de las bananas. De hecho, un estudio del año 1994 encontró que hasta un 48 % de los testigos suele elegir la persona errónea en una rueda de reconocimiento incluso cuando la mayoría está segura de su elección.

Los recuerdos basados en un vistazo breve son poco fiables y a menudo sobrestimamos nuestra exactitud. Sabiendo todo esto, una identificación unánime empieza a parecerse menos a culpabilidad, y más a un error sistémico o sesgo durante el reconocimiento. Y los errores sistemáticos no implican solo los sesgos en el juicio humano.

Entre 1993 a 2008 se encontró el mismo ADN femenino en varias escenas del crimen en Europa, culpando así a una escurridiza asesina conocida como Fantasma de Heilbronn. Pero el mismo ADN estaba presente en todas las pruebas porque los bastoncillos de algodón usados para recolectar las muestras de ADN fueron contaminados accidentalmente por una operaria de la fábrica de algodón.

En otros casos, surgen errores sistemáticos debido al fraude deliberado, como el referendo presidencial celebrado por Saddam Hussein en 2002, en el que del 100 % de los votantes, supuestamente el 100 % votó a favor de otro mandato suyo de siete años.

Si la miramos de este modo, la paradoja de la unanimidad en realidad no es tan paradójica. Una decisión unánime sigue siendo un resultado ideal en teoría, sobre todo en los casos donde hay mucho consenso y poca incertidumbre, pero en la práctica, llegar a un acuerdo unánime es muy poco probable y debería indicar que quizá haya alguna razón oculta que afecta al sistema.

Si bien podemos aspirar a la armonía y el consenso, debemos tener en cuenta a menudo el error y el desacuerdo. Y si un resultado unánime parece demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo sea.

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